POÈME : Fractales Vol. 2, una muestra de seis artistas que invita a recordar que cada transformación conserva algo de su origen

 

obras de Claudia Iturralde

 

 (Buenos Aires)

 

“POÈME es un espacio de estudio, investigación, divulgación y exhibición del arte contemporáneo. Un lugar de pensamiento donde posibilitar la exploración de distintas maneras de concebir la relación entre el arte, los artistas, su público y los relatos que los unen” dice el texto que resume la actividad de este grupo. Participaron en la edición 2025: Cynthia Carllini, Marcela Ferrero, Luisa Freixas, Claudia Iturralde y Ángeles Jacobi y Soledad Costantini.

Y la curaduría es de  Sofía Di Scala.

En la edición 2025, POÈME presenta FRACTALES Vol. 2, el pulso de lo vivo, una muestra que nos invita a recordar que toda transformación conserva algo de su origen, con un ritmo propio de expansión y repliegue. Cada obra, cada vínculo contiene la estructura invisible de un patrón más vasto: el eco de lo que ha sido, el germen de lo que será.

Así lo entienden, y trabajan desde esa conciencia, las seis artistas cuyos trabajos se presentan. Cinco de ellas estuvieron presentes en la edición 2024 (Cynthia Carllini, Marcela Ferrero, Luisa Freixas, Claudia Iturralde y Ángeles Jacobi). En esta edición se sumó, además, Soledad Costantini.

Fractales Vol. 2 propone un recorrido por las correspondencias secretas entre los cuerpos, las materias y las formas del tiempos. 

 

El pulso de lo vivo: El eco de Fractales Volumen II

 

 

Nada se repite idéntico. Lo que vuelve, vuelve transformado.

—Anónimo japonés

 

Hay formas que regresan para recordarnos que toda transformación conserva algo de su origen. La vida misma —con su constante ritmo de expansión y repliegue— podría pensarse como un gran fractal que respira. Cada nacimiento, cada obra, cada vínculo, contiene la estructura invisible de un patrón más vasto: el eco de lo que ha sido, el germen de lo que vendrá.

 Si la primera edición de Fractales exploraba los ecos de lo infinito, esta segunda nos invitó a reconocer la materia viva de esa infinitud. Durante tres días, en un marco de una belleza discreta y orgánica, el fractal —además de ser un concepto matemático y un símbolo del orden cósmico—, se reveló como una forma de experiencia. El murmullo sordo del agua en movimiento y la presencia silenciosa de las flores crearon un ecosistema perfecto donde la intuición vital pudo unir el gesto humano con los movimientos del universo. Todo pulsó, en ese espacio, en la misma frecuencia de lo vivo.

 Las seis artistas que conformaron este volumen trabajaron desde esa conciencia de interdependencia: cada una trazó, en su lenguaje, la respiración del mundo.

 

obra de Luisa Freixas

Luisa Freixas se adentró en la selva como matriz simbólica y vital. En sus collages y xilografías, la flora se multiplicó como una escritura que respira, dialogando en sintonía con el entorno. Las hojas, los tallos, los trazos, devinieron huellas de una energía que no se apaga. Su selva interior, que es también exterior, vibró con la certeza de que “el arte te salva la vida”: la frase que sostiene su obra como un mantra.

 

Cynthia Carllinni investigó la sustancia del tiempo. Su obra digital desplegó un cosmos donde los instantes se superponían, se reflejaban, se esperaban. En su reinterpretación del absurdo beckettiano, la espera dejó de ser inercia para volverse respiración, resistencia, gesto de afirmación ante el vacío. Su lenguaje de luces y algoritmos reveló que incluso en el espacio virtual persiste una pulsación orgánica, un cuerpo que se rehace.

 

Marcela Ferrero

Marcela Ferrero escuchó la geometría del alma. En sus mandalas curvos y coloridos, la simetría se volvió respiración y juego. Sus obras fueron diagramas de calma: paisajes interiores que contenían la memoria de la meditación y del gesto libre. Cada trazo circular parecía repetir la forma del universo y el fluir circular del agua, recordándonos que el equilibrio no es inmovilidad, sino danza en espiral.

 

Ángeles Jacobi

Ángeles Jacobi trabajó con el misterio de lo que se deshace. En su instalación textil, el tejido se abrió, se transformó, se desbordó. “El último abrazo” habló de la pérdida sin nombrarla, de la ternura que permanece en el acto de soltar. En su movimiento de destejido hubo un aprendizaje sobre la vida: nada muere del todo, todo se transforma.

 

Claudia Iturralde

Claudia Iturralde nos invitó a enlazar materia y espíritu. Su obra escultórica interrogó el origen y lo fragmentario; en el huevo y la nuez convivieron principio, posibilidad y devenir. En sus fieltros, el paisaje se desdibujó para convertirse en atmósfera, en respiración contemplativa que parecía flotar junto al espejo de agua. El cuerpo de la artista se unió a la materia, y el gesto se volvió meditación sobre lo invisible.

 

Soledad Costantini 

Soledad Costantini transformó la fotografía en una forma del aire. Sus azules, en sus múltiples intensidades, evocaron el agua, el hielo, la transparencia, como un eco directo de la luz jugando en la pileta. En sus imágenes, la mirada no registró: flotó. La artista interrogó la frontera entre lo natural y lo artificial, entre lo que el ojo percibe y lo que imagina. Sus obras nos recordaron que toda imagen es una forma de reverencia, una tentativa de tocar lo inasible.

 

Fractales Volumen II propuso un recorrido por las correspondencias secretas entre los cuerpos, las materias y las formas del tiempo. Las obras aquí reunidas no sólo representaron el mundo; lo continuaron. En la multiplicidad de sus formas y en la atmósfera que las acogió, habitó la misma ley secreta que rige las mareas, el crecimiento de las ramas, los latidos del corazón y el fluir constante del agua. Aunque la muestra haya concluido, su pulso resonante permanece, invitándonos a seguir escuchando.

El texto curatorial es de Sofia Di Scala, filósofa e investigadora en artes

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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